19 abril, 2024
En Retiro

Del Retiro de ayer. Los entretenimientos: 1 La Plaza de Toros

Por Josefina Del Solar

 

Entre los diferentes aspectos con que enfocamos habitualmente la historia del barrio de Retiro, no podemos dejar de lado el de los diferentes espacios que fueron dedicados en distintas épocas a lo que podemos llamar genéricamente entretenimientos. 

El más antiguo de estos espacios es sin dudas el de la Plaza de Toros, al que se suele mencionar, aunque no siempre se lo ubica correctamente en cuál fue su emplazamiento. 

Para ubicarlo en su época y su contexto, recordemos en primer lugar que lo que es hoy el barrio de Retiro, se fue conformando en torno a la residencia llamada “El Retiro” que fuera del gobernador Agustín de Robles, construida a fines del siglo diecisiete en el predio que correspondo actualmente a la Plaza San Martín. 

En la segunda mitad del siglo dieciocho, “El Retiro” pasa a manos del gobierno español en estas tierras. A raíz de esto muy pronto en el sector que se conocía con ese nombre van a darse dos actividades completamente diferentes.  Por una parte hacia 1772, por orden del gobernador Don Juan José de Vértiz  -quien sería luego virrey- se construye al pie de la barranca una batería destinada a Escuela de Artillería; y unos veinte años después, en el terreno  correspondiente a la propiedad de Robles y lindantes con la casa, se levantan dos construcciones dedicadas a sendos cuarteles de artillería y de presidiarios. Es decir que el lugar pasa a tener un uso militar. 

Pero por otra parte en el Retiro se va dar también un espectáculo singular, ya que casi por la misma época, aunque a cierta distancia de las edificaciones militares, se va a construir la que fue la más grande y famosa plaza de toros de Buenos Aires, ubicada en donde se unen actualmente las calles Santa Fe y Marcelo T. de Alvear, entre Esmeralda y Florida.

Al respecto debemos comentar aquí  que las corridas de toros comenzaron a hacerse en territorio americano al poco tiempo de iniciada la conquista española, en el siglo dieciséis, extendiéndose en mayor o menor medida  por todas las colonias de España en el continente. Las noticias más antiguas que existen sobre el tema refieren que hacia 1528 ya había corridas de toros en México, por ejemplo. En Buenos Aires no existió al principio un lugar especial para realizarlas, de modo que las primeras lidias se hicieron en la Plaza Mayor, hoy Plaza de Mayo. Allí los límites del ruedo se marcaban en cada caso con tablas o postes, armándose por el lado externo rudimentarios palcos o graderías, mientras que los balcones del Cabildo servían para la ubicación preferencial de las autoridades, sus familias e invitados de honor. Claro que la actividad pronto va a resultar molesta y conflictiva, ya que el entorno de la plaza era el lugar más poblado, y además las funciones no se limitaban a las corridas sino que había desfiles, música y otros entretenimientos que terminaron por alterar al vecindario. Este y otros motivos llevaron a que la primera plaza de toros propiamente dicha se levantara en otro lugar de la ciudad, en la manzana formada por las calles que hoy se llaman Belgrano, Bernardo de Irigoyen, Moreno y Lima, cerca de la iglesia de Montserrat. De todos modos se vuelve a repetir la historia, puesto que al tiempo los vecinos se quejan de los ruidos y del elemento humano que se juntaba, propicio para peleas y disturbios.  Invocando estas razones, además de la desvalorización sufrida por sus casas y terrenos, los vecinos de la parroquia de Montserrat solicitan al Virrey Avilés el traslado de la plaza de toros a un lugar que estuviera fuera del sector más poblado de la ciudad. El Virrey hace lugar a la petición y es así como se elige el Retiro, lugar alejado por entonces del sector más urbanizado, para instalar la nueva plaza de toros. 

Las obras, dirigidas por el capitán de ingenieros Martín Boneo y realizadas por el alarife Francisco Cañete, comenzaron en mayo de 1800, inaugurándose la plaza el 14 de octubre de 1801. De esta edificación han quedado variadas referencias y hasta representaciones gráficas, por lo que podemos afirmar que era verdaderamente importante para la época, ya que estaba construida en ladrillos y en sus instalaciones de forma octogonal podía alojar unas 10.000 personas. En la parte superior se hicieron palcos destinados a los espectadores de más alto nivel social, más abajo graderías para el resto del público, y para acceder con mayor facilidad al lugar se empedraron las calles Florida y Maipú que llegaban hasta allí. La entrada principal se hallaba sobre la primera de las calles mencionadas. 

Si nos atenemos a los testimonios existentes, la asistencia de público a las corridas que se realizaban en el Retiro era por lo general bastante numerosa, ya que hasta las damas de la época, que no gustaban demasiado de asistir al ruedo de Montserrat, comenzaron en cambio a frecuentar el del Retiro, atraídas por la posibilidad de ver a algún torero o picador renombrado. Uno de éstos precisamente, conocido como El Ñato y mencionado por los cronistas de época, murió en este lugar atravesado por los cuernos de un toro. 

Convengamos en que la noción de un espectáculo basado en la más pura crueldad resulta chocante para las ideas y los gustos actuales; pero en aquel momento las corridas significaron una atracción para los habitantes de la tranquila ciudad colonial en la que no abundaban las diversiones. 

Ya en tiempo de las invasiones inglesas, la Plaza de Toros del Retiro va a ser un espacio importante en este serio conflicto, que fue tomado por las fuerzas del jefe inglés John Whitelocke durante la segunda invasión. Pero  luego de la Revolución de Mayo en 1810, la Plaza de Toros decayó en su actividad.  En parte porque la nueva situación política no dejaba mucho margen para esas diversiones, pero fundamentalmente como una expresión de rechazo hacia lo español, una características de aquellos años de ruptura de los lazos coloniales. Las instalaciones de la Plaza van a ser utilizadas más tarde como caballeriza del Regimiento de Granaderos del General San Martín, ya que el cuartel se hallaba muy cerca. Pero luego de la partida del Libertador con su Regimiento rumbo al inicio de sus campañas libertadoras, es evidente que se reanudan las corridas puesto que hay referencias concretas sobre esto; incluso existen litografías de Emeric Essex Vidal realizadas hacia 1818 que las muestran. En enero de 1819 sin embargo, bajo el gobierno del general Rondeau, se decreta la supresión de las corridas de toros  y la demolición de las instalaciones de la Plaza del Retiro. El argumento principal se basaba en razones de seguridad, por el mal estado en que se encontraban. La última lidia se realizó allí el 10 de enero de 1819 y al día siguiente comenzó la demolición, destinándose los materiales sobrantes a la construcción de nuevas dependencias para los cercanos Cuarteles del Retiro. Tres años después, en enero de 1822, el Gobernador Martín Rodríguez da punto final al tema decretando la prohibición definitiva de las corridas de toros en Buenos Aires. 

 

ILUSTRACIÓN:

  • E.E. Vidal: Vista de Buenos Aires hacia el sur desde la Plaza de Toros. El edificio octogonal que se ve a  la izquierda es el de la Plaza de Toros. C. 1817.