19 mayo, 2024
En Buenos Aires

Restauran esculturas del Cementerio de la Recoleta

El Cementerio de la Recoleta fue el primer cementerio público que tuvo la Ciudad de Buenos Aires. Fue creado en 1822, cuando a raíz de la Reforma Eclesiástica llevada adelante por Rivadavia durante el gobierno de Martín Rodríguez, y que incluyó varias medidas, se le quita a la Iglesia Católica la posibilidad de tener cementerios en las parroquias. Se crea entonces el Cementerio de la Recoleta, que a fines del siglo diecinueve fue remodelado por Juan Antonio Buschiazzo, cuando tomó la fisonomía que hoy le conocemos.

Es reconocido por su patrimonio, vigente en sus notables mausoleos y bóvedas con mármoles y esculturas, realizados muchos de ellos por importantes artistas y arquitectos. En este cementerio se encuentran los restos de grandes nombres de la historia argentina, y es habitual motivo de interés para recorrerlo y conocerlo, tanto por turistas como por ciudadanos locales.

Sepulcro de Pablo Ricchieri.

Las valiosas obras de arte que alberga el cementerio y que se encuentran a la intemperie, lógicamente merecen un especial cuidado. En este sentido, actualmente se ha encarado una tarea integral de conservación y restauración que está realizando un equipo especializado, dirigido por el restaurador Miguel Crespo e integrado por las restauradoras Paula Booth y Lorena Pacora.

Desde el ámbito oficial se ha señalado la importancia de encarar estos trabajos. Así, Julia Domeniconi, titular de la Secretaría de Atención Ciudadana y Gestión Comunal del Gobierno porteño, organismo del que depende la Dirección General de Cementerios, señaló: “Año tras año notamos un incremento constante de visitas, eso demandó de parte de la Ciudad un plan que nos permita poner en valor todo su patrimonio como elemento central de su atractivo internacional”, a lo que agregó que “Contar con un equipo de restauración propio tiene una importancia fundamental para preservar el patrimonio escultórico que tiene el cementerio”.

A su vez Miguel Crespo señaló que “La materialidad que hoy vemos en este espacio intramuros fue creada en un momento muy importante dentro del arte argentino, el de nuestros primeros escultores. En esas décadas se creó el Museo Nacional de Bellas Artes y las firmas que están en el cementerio están también en el museo”.

Según explican los especialistas en este trabajo, la restauración implica hacer un diagnóstico para conocer qué alteraciones sufrieron las obras con el paso del tiempo, cuyo deterioro puede deberse a los órdenes de los materiales como de la lectura de la obra. Una vez que se identifican las causas de cada alteración, se elabora un plan de intervención para cada pieza. Las causas de deterioro de las piezas pueden ser de origen natural -la humedad, la lluvia, los vientos, la temperatura o el sol- mientras que otras causas tienen que ver con la contaminación urbana o la intervención humana. Al situarse dentro de un área densamente poblada, afectan a las piezas agentes contaminantes urbanos como el material particulado carbonoso, el azufre y otros elementos asociados a la polución, o el tránsito vehicular. Y en esto, las alteraciones que puedan producirse afectan a las piezas de arte tanto como a la lectura de las obras, que es la capacidad de los espectadores de reconocer la composición total. “Estas obras están hechas con un lenguaje de contrastes armónicos y, cuando se genera una costra de ese material particulado, se produce un contraste exagerado que altera la lectura. No es lo mismo lo que se genera sobre un bronce que sobre una piedra de mármol blanco, incluso diferentes obras de mármol blanco presentan diferentes situaciones. Por eso tenemos que elaborar un plan específico para cada obra”, señala el coordinador. 

Luego de haber hecho pruebas pequeñas en diferentes sectores y determinado el detergente a utilizar, aplicamos con hisopo. Es un trabajo muy minucioso que requiere de mucha concentración. No es un detergente invasivo y permite ir controlando de manera pausada, retirando la suciedad, también hay zonas que en un mismo sector tienen más concentración de suciedad”, explica Pacora.

Las formulaciones químicas que aplicamos tienen que ver con controlar el PH en el caso de los mármoles y otras fórmulas con diferentes químicos que estarán interactuando entre ellas para remover las suciedades. Esto tiene por fin no trabajar de forma agresiva. Sostenemos siempre que hay que cuidar el material”, señala Booth.

“Hay que hacer una limpieza cuidadosa porque es irreversible y podés generar pérdida de información en la obra. Restauramos la obra y a la vez tenemos que conservar todo lo que se transformó con el paso del tiempo, que es lo que le aporta temporalidad a la pieza dentro de una intervención genuina”, remarca Crespo.

Entre las intervenciones ya realizadas se encuentra las del conjunto donde descansa Mariquita Sánchez de Thompson (1786-1868). También se han recuperado las bóvedas de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), Juan Bautista Alberdi (1810-1884), Martín Rodríguez (creador del Cementerio de la Recoleta, 1771-1845) y la del Nobel de Química Luis Federico Leloir (1906-1987), entre otras.



Foto de Arriba: Las restauradoras trabajando.