19 mayo, 2024
Sociedad

Primeras repercusiones en la era de las ecobolsas

Por Laura Brosio
(Para La Gaceta del Retiro)
Finalmente el 1° de enero comenzó a regir la prohibición de proveer bolsas de plástico para los supermercados, hipermercados y autoservicios, y su sustitución por bolsas biodegradables y reutilizables, de acuerdo a la Ley N° 3147, sancionada en 2009 por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Su incumplimiento será penado con una multa de $ 1.000 a $ 100.000. En un artículo de dicha norma se establece que el objetivo de la medida es disminuir la generación de residuos. Los funcionarios porteños alegan que así se intenta cuidar el ambiente y reducir la contaminación: un tercio de la basura recolectada en los arroyos entubados son bolsas de plástico cuya acumulación impide el paso normal del agua y puede dar lugar a anegamientos cuando llueve en la ciudad. El año pasado se reglamentó la ley a través de la Resolución N° 341/16, donde se exceptúa de la citada prohibición a las carnicerías, verdulerías, pescaderías y fiambrerías.
Indudablemente, se trata de un cambio cultural que va a llevar su tiempo incorporar. Sin embargo, se palpa una recepción positiva por parte de la mayoría de la gente, que va tomando conciencia de la necesidad de proteger nuestro hábitat. Además, desde los supermercados y el gobierno porteño se desarrollaron fuertes campañas al respecto que fueron inculcando poco a poco esta perspectiva ecológica a la población. Por ejemplo, en la entrada de algunos supermercados, desde hace meses, hay afiches con mensajes en ese sentido como “Cuidar el medio ambiente es un beneficio para todos”.
Recorrimos varios comercios, dialogamos con clientes, cajeros, fabricantes de bolsas plásticas y podemos aventurar algunas apreciaciones sobre las repercusiones que tiene esta medida en sus primeras semanas de implementación.
¿Cuáles son las bolsas que reemplazan a las de plástico? En general, se encuentran junto a la línea de cajas. Son las reutilizables, denominadas ecobolsas: biodegradables y de tela. Están hechas con materiales reciclables, más consistentes, que permiten un uso reiterado y se presentan en diferentes tamaños. En las más grandes entra el doble o triple de productos que en las de polietileno. Sus precios rondan los $ 0,60 y $ 25, según el tamaño y el material.
Las biodegradables son verdes (residuo reciclable) y negras (residuo húmedo). Hay de $ 0,60 y $ 1,20. Las primeras corresponden a una línea económica que lanzó el Gobierno de la Ciudad destinada especialmente a los autoservicios. Vienen con una leyenda peculiar como si la bolsa nos hablara: “Soy más grande y resistente. ¡Llename hasta el tope!”. En algunos supermercados chinos hay bolsas biodegradables –las entregan en la caja- pero no de tela y, en cambio, en el sector de limpieza pueden observarse las tradicionales bolsas de feria que usaban nuestras abuelas a $60. Uno de los supermercados líderes ofrece bolsas de polipropileno tejido provenientes de Vietnam, un dato curioso. A pesar de no estar incluidos en la disposición, hay locales como verdulerías y carnicerías donde se exige al cliente que lleve su bolsa. Incluso se ven carteles en la vidriera que lo indican. En este caso, los comerciantes parecen más preocupados por ahorrar costos que por el medio ambiente. En tanto, el Gobierno de la Ciudad diseñó un cronograma para distribuir un millón de bolsas reutilizables gratuitas en los puntos de mayor circulación y centros de consumo. Esta campaña se viene realizando desde hace algunos meses.
Respecto a las bolsas de tela, hay de diversos tamaños y sus precios pueden ser de $ 5, $ 10, $ 12 y $ 25. Algunas son muy coloridas y con estampados vivos y alegres. Todas llevan impreso el nombre del comercio y, en algunos casos, hasta la marca de algún producto. Por ello, muchas personas recurren a los negocios polirubro para adquirir bolsas con diseños neutros, que no aludan a ningún supermercado. Casi todas incluyen leyendas en defensa del medio ambiente. Por ejemplo: “Disminuyamos el uso de bolsas plásticas. El planeta nos necesita”, “Viviendo el presente. Cuidando el futuro” o “Reducir. Reutilizar. Reciclar”.
La reacción de los clientes frente a la iniciativa es variada. La mayoría de ellos está de acuerdo con la medida, ya que se tomó conciencia de la relevancia de la problemática ambiental. Recorriendo supermercados y autoservicios observamos que muchos entran sin  bolsa y compran la de $ 1,20. Un cajero señala que esto ocurre porque son los primeros días, a medida que transcurra el tiempo la gente se va ir acostumbrando y va a llevar su propia bolsa. Otro cajero comenta que los clientes se quejaban al principio pero de a poco se van habituando. La gente, en general, está conforme con las bolsas reciclables porque son más resistentes y tienen mayor capacidad. Algunos consumidores afirman que sería bueno que se entregaran bolsas de papel y otros se muestran contrarios a que los supermercados las cobren. A veces, los clientes deciden comprar la bolsa de tela ante la sugerencia de la cajera que les dice “así la usan la próxima vez”. Mientras que muchos otros van al comercio con bolsa de tela, mochila o changuito. Los clientes que van al negocio en auto prefieren las biodegradables porque resultan más prácticas para colocar en el baúl; las llevan en el carrito hasta el estacionamiento. Aquellas personas que compran pocos artículos prefieren las bolsas de tela más pequeñas, por ejemplo, las de $ 5. Por otro lado, algunos clientes eligen las biodegradables porque también se pueden utilizar como bolsas de residuo, ya que son mucho más económicas que estas últimas.
¿Cómo afectó la medida a la industria plástica? Dentro del sector hay visiones encontradas. Por un lado, algunos empresarios no están preocupados por la situación porque desde hace tiempo se vienen adecuando para producir las bolsas biodegradables invirtiendo en la compra de nuevas maquinarias. Por otro, las empresas que fabrican exclusivamente bolsas de polietileno que aún no se reconvirtieron no tendrán más opción que hacerlo porque, de lo contrario, su subsistencia dependerá de los ingresos que obtengan de la venta de bolsas a los comercios chicos, lo que podría resultar insuficiente para seguir funcionando. Los titulares de estas firmas resisten la disposición gubernamental porque aseguran que vienen sufriendo pérdidas millonarias a causa de la misma. Por ello, la Cámara Argentina de la Industria Plástica (CAIP) interpuso un recurso judicial para impedir la entrada en vigencia de la norma, el cual fue revocado en primera instancia y apelado. Una alternativa que podrían adoptar sería producir bolsas de residuo o de papel y de tela, cada vez más utilizadas por negocios minoristas del rubro del calzado, la indumentaria, la decoración.