Sentido en el Fragmento o Unidad Majestuosa
Arte para Pensar Por Marcela Davidson
La escultura de Lorenzo de Medici, duque de Urbino, realizada hacia 1531/1535 por
Miguel Ángel Buonarroti en las Capillas Mediceas, es una exaltación del poder humano. La
figura se presenta idealizada, silenciosa, pensativa, como si contuviera en su interior el peso
del destino. Es la representación de un gobernante, pero también de un símbolo: la escultura
lo eleva, lo inmortaliza, lo inscribe en la historia con solemnidad y proporción clásica.
Miguel Ángel, con su maestría, trabaja desde el mármol para crear una imagen de eternidad
y poder.
Sin embargo, siglos después, Joseph Cornell, desde su propio lenguaje artístico: el
assemblage o ensamblaje—íntimo, fragmentario, objetual— toma esa figura y la inscribe
en una caja. En su “Medici Slot Machine”, transforma al personaje en parte de un artefacto
más lúdico y enigmático, donde el tiempo ya no es lineal ni monumental sino circular,
móvil, azaroso. No hay mármol, sino papel, madera, vidrio. No hay proclamación de poder,
sino contemplación melancólica. En lugar de glorificar, Cornell desarma, combina,
recuerda. Y en ese gesto, desplaza el eje del poder: ya no está en el modelo (el noble
retratado), sino en quien mira, el artista, y en quien interpreta.
Lo que Miguel Ángel sacraliza, Cornell lo humaniza. Lo que el primero construye como
eternidad, el segundo lo descompone como memoria. Lo que fue símbolo de orden y
jerarquía, se vuelve en Cornell una caja de resonancias personales, nostálgicas, abiertas a
múltiples sentidos.
La caja como casa, memoria y desplazamiento del poder: Cornell frente a la herencia
monumental.
A partir de la contemplación de la figura de Lorenzo de Medici —el noble renacentista
esculpido por Miguel Ángel con solemnidad y poder simbólico—, Joseph Cornell, artista
del ensamblaje, introduce un desplazamiento radical: convierte al ícono histórico en pieza
íntima, en fragmento dentro de una caja. Esta transformación no es solamente estética, sino
también existencial: del mármol eterno pasamos al objeto cotidiano, al residuo que,
cuidadosamente conservado, carga una memoria personal.
En Medici Slot Machine, el retrato de Lorenzo se convierte en parte de un dispositivo
poético y azaroso, donde las piezas giran como en una máquina tragamonedas. El tiempo
deja de ser lineal y heroico para volverse circular, como en la memoria: los rostros, mapas,
símbolos, ruedan como recuerdos que vuelven, que se pierden, que cambian de lugar.
Cornell no representa el poder; lo desarma y lo vuelve materia de contemplación.
Este gesto puede leerse también en clave biográfica: Cornell pasó su vida en la misma casa,
entre objetos que atesoraba como talismanes de mundos posibles. Sus cajas son como
habitaciones portátiles, casas mínimas que guardan una selección afectiva, íntima, de cosas.
En ese sentido, la caja no sólo es obra, sino también una metáfora del hogar, del espacio
interno que uno habita —aun sin moverse— mediante la memoria, el deseo, los objetos
elegidos.
Frente al actual modelo de desapego —en el que los jóvenes mudan de ciudad sin llevar
casi nada, entrenados para soltar fotos, recuerdos, archivos cuando el dispositivo se llena—,
Cornell aparece como una figura casi opuesta: alguien que arma y rearma el mundo desde
lo afectivo, lo residual, lo que otros descartan. Pero también hay un paralelismo: Cornell no
acumula por nostalgia, sino por poesía. Y como quien muda con pocos objetos pero los
esenciales, él elige con precisión lo que guarda.
En esta lectura, la Medici Slot Machine es también una casa: una casa mental y emocional,
donde el pasado y el presente conviven. Donde el artista no es el servidor del poder, sino su
reconfigurador silencioso. Un artesano del tiempo, que transforma la historia en fragmentos
para tocar con delicadeza la memoria.
El arte contemporáneo del siglo XX y el arte del assemblage de Joseph Cornell nos revelan
mentalidades epocales. Cornell reúne fragmentos de madera, papel y materiales diversos,
utilizando recursos opuestos al bloque de mármol del que, con genialidad, Miguel Ángel
Buonarroti cinceló cada parte de una majestuosa unidad.
La maestría de Miguel Ángel sigue hoy despertando asombro y admiración. La obra de
Cornell, si hubiera sido presentada ante los Medici en el siglo XVI, probablemente habría
sido repudiada.
El lector, espectador del siglo XXI, deberá encontrar sus propias respuestas. ¿Qué mirada
elegís adoptar frente al arte y al mundo: la que busca sentido en el fragmento, o la que
anhela una unidad majestuosa?
FOTOS:
– Lorenzo de Medici por Miguel Angel.
– J. Cornell: Medici Slot Machine.