Enrique Cadícamo, virtuoso y prolífico poeta del tango
El 15 de julio es el 125º aniversario del nacimiento de uno de los más notables poetas de
nuestro tango, Enrique Cadícamo. Letrista, compositor, escritor, dramaturgo y cineasta, sus
letras plenas de exquisitez y profundidad, algunas no exentas de humor o de crítica social,
nos deslumbran y nos conmueven. Según el periodista Mariano del Mazo, Cadícamo “fue
un perfecto exponente de su tiempo. Su mirada incisiva mezcló prosa, poesía y letras
sociales, románticas y descriptivas de ciertos márgenes”. Autor prolífico como ninguno
–tiene publicados más de 1200 temas entre tangos, valses, milongas, foxtrots, polkas,
candombes y otros ritmos- creó clásicos de la talla de Los mareados, Nostalgias, Anclao en
París, La casita de mis viejos, Muñeca brava, Al mundo le falta un tornillo, Garúa, Niebla
del Riachuelo, entre decenas de éxitos.
Décimo y último hijo de un matrimonio de inmigrantes italianos, Domingo Enrique
Cadícamo –tal su nombre completo- nació en 1900 en General Rodríguez, provincia de
Buenos Aires. En esa localidad su padre se desempeñaba como mayordomo en la estancia
de los Maireles. En 1905 la familia se instaló en Luján, en una hermosa casona céntrica. El
pequeño Enrique aprendió a leer con sus hermanas María Adela y Herminia Verónica, lo
que le permitió entrar directamente al segundo grado del colegio.
En 1910, los Cadícamo se mudaron al barrio porteño de Flores, donde el letrista tanguero
completó sus estudios primarios y luego cursaría el nivel medio. En su adolescencia se
formó con la lectura de Virgilio, Horacio, Charles Baudelaire, Gabriele D’Annunzio y
Rubén Darío. A los 19 años comenzó a trabajar como escribiente en el Archivo del Consejo
Nacional de Educación. Allí entabló amistad con Leopoldo Lugones, Héctor Pedro
Blomberg, Manuel Gálvez y Enrique Banchs, entre otros hombres de letras.
El primer tango de Cadícamo fue Pompas de jabón, con música del pianista Roberto Emilio
Goyeneche, tío del Polaco, que fue estrenado nada menos que por Carlos Gardel. El Zorzal
grabó este tango en España en 1925, con el acompañamiento de José Ricardo y en sistema
eléctrico, dado que en dicho país se conoció ese sistema meses antes de instalarse en
Buenos Aires. Otras letras interpretadas por Gardel fueron Anclao en París, Muñeca brava,
Al mundo le falta un tornillo, Madame Ivonne, El que atrasó el reloj, Che papusa oí, Vieja
recova, Compadrón, Yo te perdono, Che Bartolo, Aquellas farras, La reina del tango, Cruz
de palo, De todo te olvidas. En menos de ocho años Gardel le grabó 23 temas.
Sus tangos también brillaron en las voces de otros encumbrados cantantes como Agustín
Magaldi, Ignacio Corsini, Rosita Quiroga, Ángel Vargas, Francisco Fiorentino, Jorge
Vidal, Floreal Ruiz, Charlo, I.ibertad Lamarque, Roberto Goyeneche, Mercedes Sosa,
Edmundo Rivero, Julio Sosa, entre tantos otros.
En 1928 comenzó la colaboración entre Cadícamo y el músico Juan Carlos Cobián con el
tema Vení vení, para lo cual Cadícamo viajó a Europa a bordo del vapor Conte Rosso.
Junto con Cobián formaron una pareja creativa excepcional, que dejó tangos memorables
como Los mareados, Nostalgias, La casita de mis viejos, Niebla del Riachuelo, A pan y
agua, Shusheta. Cadícamo pasó seis meses en Barcelona y París, donde en 1929 asistió al
debut de Gardel en el cabaret Florida. A partir de ese momento ambos sostendrían una
hermosa amistad.
Uno de sus tangos más relevantes, un auténtico clásico, Anclao en París, lo escribió en
Barcelona en 1931 y se lo remitió a Gardel, que por entonces se hallaba en Niza. Guillermo
Barbieri, uno de los guitarristas del cantor, le puso música y Gardel lo grabó poco después
en París. Compartamos algunos versos de este tema desgarrador:
Tirao por la vida de errante bohemio/ estoy, Buenos Aires, anclao en París./ Cubierto de
males, bandeado de apremio,/ te evoco desde este lejano país./ Contemplo la nieve que cae
blandamente/ desde mi ventana, que da al bulevar/ las luces rojizas, con tono muriente,/
parecen pupilas de extraño mirar./ Lejano Buenos Aires ¡qué lindo que has de estar!/ Ya
van para diez años que me viste zarpar…/ Aquí, en este Montmartre, rincón sentimental,/ yo
siento que el recuerdo me clava su puñal.
Cadícamo fue también el autor del último tango que Gardel grabó en Argentina, el 6 de
noviembre de 1933, antes de emprender su gira final, Madame Ivonne. Con Aníbal Troilo
creó dos clásicos: Garúa y Pa’ que bailen los muchachos. En tanto, Mariano Mores les puso
música a Copas, amigos y besos, y A quién le puede importar.
Uno de sus tangos más renombrados, Tres esquinas, alude al cruce de las calles Montes de
Oca y Osvaldo Cruz, en el barrio de Barracas, y al café homónimo, situado en ese paraje.
En el caso de Muñeca brava, Cadícamo explicaba el significado de la canción diciendo que
se trataba de “una pequeña referencia a las muchachas del ambiente nocturno de los
cabarets de Buenos Aires, en el que andábamos”. Otro tema interesante es De todo te
olvidas, en el cual el excelso letrista homenajea al poeta Evaristo Carriego. Este tema
obtuvo el Primer Premio para tangos con letra en el 6º concurso del empresario
discográfico Max Glücksmann de 1929.
En cuanto al colosal Los mareados, creado en base a la música del tango Los dopados, de
Cobián, fue censurado en 1943. En el marco de una campaña iniciada por el gobierno
militar de entonces, se obligó a suprimir el lenguaje lunfardo y cualquier referencia a la
embriaguez o expresiones consideradas inmorales. Entonces, el tango pasó a llamarse En
mi pasado y Cadícamo modificó el texto para que se permitiera su difusión. En 1949, bajo
el gobierno de Juan Domingo Perón, Los mareados recuperó su nombre y letra original.
Cadícamo no sólo se destacó como autor ya que les puso música a algunas de sus letras. Es
el caso de El cuarteador, Adiós Chantecler, Tres amigos, Palais de Glace, Boedo y San
Juan, y Chanta cuatro, entre tantos otros. Otros tangos conocidos fruto de su creación son:
Nunca tuvo novio, Por la vuelta, Rondando tu esquina, Sin hilo en el carretel, Cuando tallan
los recuerdos, Ave de paso.
Su primer libro de versos, Canciones grises, data de 1926. Luego le seguirían los poemarios
La luna del bajo fondo (1940) y Viento que lleva y trae (1945). Cadícamo ha publicado,
además, una novela, Café de camareras (1969) y un libro de recuerdos, El desconocido
Juan Carlos Cobián (1972), dedicado a su inseparable amigo.
Creó obras teatrales como El romance de dos vagos (1925), Así nos paga la vida (1926), La
Baba del Diablo (1930), La epopeya del tango (1931) y El cantor de Buenos Aires (1936).
Cadícamo escribió y dirigió películas como Virgencita de Pompeya (1935) y Noches
cariocas (1935). Fue guionista de Galería de esperanzas (Chingolo) (1934) y Nace un
campeón (1952) e intérprete en Al corazón (1995), Gardel, el alma que canta (1985) y El
canto cuenta su historia (1976), además de componer Niebla del Riachuelo, cantada por
Tita Merello en la película La fuga (1937), dirigida por Luis Saslavsky.
En 1961 contrajo matrimonio con la actriz y bailarina Nelly Ricciar, con quien tuvo una
única hija, Mónica María (actriz y cantante).
Cadícamo fue un férreo defensor de conservar la tradición del tango. En una entrevista de
1986 decía: “No estoy de acuerdo para nada con la llamada vanguardia del tango.
Vanguardia es lo primero que cae en la línea de fuego. La vanguardia del tango es lo
primero que cae ante la indiferencia de todos los que conocen lo que es el tango. Al tango
hay que dejarlo como está. Es una cosa nuestra, es un paisaje que quedó de antes. El tango
ya quedó. Es imposible hablar de un tango que venga”.
Entre los numerosos galardones que obtuvo a lo largo de su carrera merece mencionarse el
Premio Konex de Platino en 1985, otorgado por la Fundación Konex como el Mejor Autor
de Tango de la Década. También recibió el Konex al Mérito en 1984 en la disciplina
Testimonial. En 1987 fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires y en 1996 fue distinguido como Personalidad Emérita de la Cultura Argentina.
Enrique Cadícamo falleció el 3 de diciembre de 1999 en Buenos Aires, por una
insuficiencia cardíaca, a los 99 años.
Laura Brosio
FOTO: Enrique Cadícamo